Cada
vez que cierro los ojos mis pasos se encaminan hacia las sombras del monte por
veredas limpias y ocultas. Cruzo arroyos más fuertes que el verano. Sacio mi
sed y sigo monte adentro, tocando la corteza de quejigos más viejos que las
veredas y las lindes.
Siempre encuentro un lugar con hierba fresca donde dejar caer mi cuerpo un
rato para vagar por las gargantas que más lejos me quedan
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