domingo, 24 de noviembre de 2013

El mar

Despertar oyendo el mar
Sólo el mar,
Esa voz lejana que viene a romperse en la arena
Gemido sin aflicción,
Acaso sólo nostalgia.

La mañana se adivina brumosa a través de la persiana
Y el sordo rumor que la acompaña
Cuenta que la pleamar
Está dejando la playa
Sembrada de recuerdos inútiles:
Unos serán salvados,
Otros volverán al mar,
seguirán disolviéndose
Hasta el olvido.

Salir a mirarlos,
Sólo los que pasan cerca de las huellas,
Reconocer en sus bordes gastados
su singladura
Adivinar por su forma
Cuál habrá sido su vida,
A quién habrán acompañado.
Si acaso, recoger alguno,
Por meditar con él en la mano.

Un gran tronco encajado entre piedras
Lleva años siendo el final del paseo.
Allí hay que sentarse a mirar las huellas vacilantes
Que se creyeron rectas y decididas:
Unas desaparecen, otras han desaparecido,
Algunas permanecerán un rato.

Volver a la casa,
Envuelto en un silencio
De oídos adentro
Hoy ni gaviotas ni viento
Oyendo el mar
Sólo el mar.

Un café, cuatro líneas,
Acaso unas páginas envidiadas,
Entreveradas de miradas
A la niebla sobre el mar.
Desear que se levante al atardecer
Por si es hoy cuando vuelve
Porque esta casa se hizo para ser
Un regalo de estrellas cada noche.

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